Un nuevo estudio, en más de 2 mil mujeres, sostiene que la monitorización de los quistes es mejor que una cirugía, por el tiempo de recuperación y la disminución de riesgos innecesarios como afectaciones a la vejiga o matriz.

 

¿Es necesaria la cirugía para los quistes ováricos?

 

Gracias a un nuevo estudio realizado en 2 mil mujeres se ha determinado que es mejor monitorear el crecimiento de quistes ováricos para evitar cirugías innecesarias, así como para disminuir los riesgos inherentes a una intervención mayor. Según este estudio, el monitoreo es el mejor abordaje para tratar los quistes de ovario, ya que son masas benignas que deben ser controladas mediante un seguimiento vigilante estrecho por parte del médico tratante.

 

Este estudio, publicado en The Lancet Oncology, otorga un respaldo a los médicos para el mejor tratamiento de los quistes. Les brinda un panorama más amplio antes de decidirse por la cirugía. En casos en los que sea necesaria la intervención, se les brinda un amplio abanico de opciones a las pacientes, a través de este seguimiento que incluye estudios para detectar el cáncer ovárico, ya que el 70% de ellos son diagnosticados de manera tardía.

Los quistes en los ovarios son una especie de pequeños sacos rellenos de líquido que pueden estar justamente en los ovarios o a su alrededor. Sólo con un ultrasonido, los médicos pueden determinar qué tanto nivel de benignidad presentan. En muchos casos no es necesario dar medicamento, ya que son de los llamados “funcionales”: se formal a lo largo del ciclo menstrual y tienden a desaparecer por sí solos. En el caso de los tumores malignos, la solución sí es la extirpación completa. El tema central del estudio radica en que, cuando sean benignos, no se operen, sino que se haga un seguimiento completo para ir vigilando su evolución.

 

¿Una medida preventiva?

Aun con esto, cada centro sanitario y cada médico es el indicado para determinar si es necesaria o no la cirugía incluso si se trata de quistes benignos. Según estudios avalados por instituciones como el Imperial College London o el KU Leuven de Lovaina, la responsabilidad de tratamiento radica exclusivamente en el médico tratanta, tomando en cuenta la mejor opción para la paciente afectada. Un dato que resalta es que son muchas veces las mismas pacientes las que deciden someterse a la extirpación de los tumores (benignos, por supuesto) para evitar que, al paso del tiempo, resulten ser malignos. También lo hacen por medida preventiva en el caso de complicaciones ováricas futuras o que se ponga en riesgo su fertilidad.

El principal motivo para evitar las cirugías de este tipo es que, aunque sean laparoscópicas, las posibilidades de afectar el intestino o la vejiga en mujeres de 50 a 74 años de edad, se sitúan entre el 3 y 15%. “A pesar de que estos riesgos son pequeños, si estas mujeres se sometieran a una cirugía en nuestro estudio, quizá podemos especular que de 29 a 123 de ellas podrían haber sufrido complicaciones quirúrgicas graves”, comenta el profesor Dirk Timmerman, autor principal de la KU Leuven. Es por ello que, basándose en los resultados en esas 2 mil mujeres, es preferible realizar la llamada “espera vigilante”, la cual consiste en no extraer los quistes, sino controlarlos en tamaño y apariencia a través de ultrasonidos regulares para ver si las masas cambian de tamaño o grosor. Según este estudio, en 1 de cada 5 pacientes, el quiste que tenían desapareció por sí solo.

El fin principal del esquema de “espera vigilante”, es que las mujeres no se sometan a una cirugía innecesaria y que sólo se recurra a ella porque la paciente tiene muchas molestias o el sangrado es excesivo. La investigación se realizó durante dos años en 2 mil mujeres de 10 países diferentes diagnosticadas con quistes de ovario benignos. En promedio, las pacientes tenían 48 años y sus quistes rondaban los 4 centímetros.

Al final del estudio, se descubrió que el 20% de los casos los quistes desaparecieron solos y sólo un 16% de las pacientes se sometieron a cirugía por diversas razones. Posteriormente sólo el 0.4%, es decir, 12 mujeres de esas 2 mil, resultaron con cáncer de ovario, quizá relacionado con un falso negativo inicial o con la posibilidad de que un tumor benigno haya mutado en negativo a lo largo del estudio. También se pudieron diferenciar otras complicaciones como la torsión ovárica y la ruptura de quiste en 0.4% y 0.2% de las mujeres, respectivamente.

 

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