Cada año al llegar el otoño y con ello los descensos y cambios bruscos en las temperaturas hacen que muchas de las personas alérgicas vean cómo se les disparan ciertos síntomas, como congestión nasal, picazón, lagrimeo o estornudos frecuentes. Uno de los medicamentos que más se recetan para las personas alérgicas son los antihistamínicos. Veamos hoy cuáles son sus principales características y sus mecanismos de acción.
Los antihistamínicos son un grupo de principios activos cuya característica común es la de inhibir los efectos de la histamina. Ésta es una sustancia química presente en todos los tejidos corporales, que interviene en muchos procesos fisiológicos, desde las reacciones alérgicas a la secreción ácida del estómago; a nivel del sistema nervioso central (SNC), determina en gran parte la sensación de hambre y los ritmos sueño-vigilia. Para ello, la histamina actúa a través de cuatro tipos distintos de receptores: H1, H2, H3 y H4. Los antihistamínicos propiamente dichos son los inhibidores específicos de los receptores H1.
Los antihistamínicos actúan uniéndose a los receptores H1 de la histamina, estabilizándolos en su forma inactiva durante horas. Con ello se logra que la histamina no llegue a producir sus efectos a nivel de la piel (picor, habones o ronchas, etc.), ni de la mucosa respiratoria (lagrimeo, picor nasal y ocular, estornudos,
Antihistamínicos clásicos y de segunda generación
En términos prácticos, los antihistamínicos son clasificados en dos grupos: los antihistamínicos “clásicos” o sedantes y los de segunda generación o mal llamados “no sedantes”. Los clásicos atraviesan más fácilmente la barrera hematoencefálica y tienden a producir somnolencia en la mayoría de los pacientes, frente a lo que ocurre con los de segunda generación; sin embargo, todos pueden llegar a producir un cierto grado de somnolencia, al menos en algunos pacientes. Muchos de estos principios activos podéis encontrarlos en vuestra farmacia en forma de medicamentos genéricos (recordad que en la caja debe aparecer la sigla “EFG“).
Los antihistamínicos se recetan dentro de un tratamiento sintomático, ello es, logran reducir lo incómodos y molestos síntomas de las alergias, pero no curan la enfermedad. Por tanto, puede pensarse que el principio activo debe tomarse en función de la aparición de los síntomas. No obstante, en muchas ocasiones un tratamiento prolongado es muy beneficioso para el paciente que padece la alergia. En todo caso, el alergólogo es el más adecuados para orientaros en la pauta de consumo de estos fármacos.