La endodoncia se realiza cuando existe una infección dental que afecta a parte o a la totalidad de la pulpa (pulpitis), que es el tejido blando que está en el interior del diente y que ocupa desde la corona hasta la raíz, conteniendo los vasos sanguíneos y los nervios.
De ahí, precisamente, que el dolor dental se origine siempre en la pulpa y sea un signo inequívoco de que ésta está siendo afectada por un proceso infeccioso que se ha iniciado con la formación de una caries y ha traspasado la dentina. También puede ser necesaria cuando se ha sufrido un traumatismo sobre el diente que ha causado la rotura del mismo.
Con la endodoncia, que se realiza después de haber seguido un tratamiento con antibióticos, se retira la parte de la pulpa afectada y posteriormente se restaura la pieza dental. En todo caso, el objetivo es salvar el diente siempre que ello sea posible.
De hecho, si ante la existencia de una pulpitis no se realiza la endodoncia, la infección puede pasar a los tejidos circundantes, formar un absceso. Y esta complicación puede llevar a otras más graves, pudiendo incluso causar la muerte del paciente:
- Pérdida del diente al obligar a su extracción.
- Propagación de la infección a la sangre (sepsis).
- Celulitis facial o angina de Ludwig si alcanza los tejidos blandos de la mandíbula.
- Osteomelitis si afecta al hueso de la mandíbula.
- Si a través de la sangre llega a otras zonas del organismo puede originar una endocarditis, un absceso cerebral, una neumonía y otras patologías, algunas de las cuales pueden ser potencialmente mortales.
Pero todo ello, incluida la necesidad de una endodoncia, se puede evitar si se siguen las siguientes recomendaciones:
- Mantener una buena higiene dental que incluya el uso de hilo dental o cepillos interdentales.
- Someterse a una limpieza dental profesional al menos una vez al año –mejor cada seis meses– para eliminar el sarro y la placa bacteriana allí donde el cepillo no llega.
- Visitar regularmente al odontólogo para realizar una revisión de la salud dental.
- Acudir al odontólogo siempre que se sienta un dolor pulsátil mantenido. Éste le derivará al endodoncista en caso necesario.
Hay que tener en cuenta que en ocasiones el dolor puede desaparecer espontáneamente, pero no así la infección, que continuará atacando a la pulpa, necrosándola y afectando a las raíces dentales, lo que puede llevar a la pérdida del diente o a las complicaciones ya mencionadas.