El hecho de que se produzcan accidentes con frecuencia no debe implicar el desconocimiento de protocolos de actuación a la hora de tratar una herida; precisamente su asiduidad hace muy aconsejable saber cómo actuar en estos casos. No tratar una lesión o tratarla de forma incorrecta eleva el riesgo de que se infecte y puede acarrear problemas mayores.

Valorar la gravedad de la herida

Es necesario saber si la herida es leve y, por lo tanto, puede ser tratada por el padre, la madre o la persona responsable del niño, o si, por el contrario, se trata de una herida más grave que necesita la intervención de un especialista. Se debe acudir al médico en los siguientes casos:

  • Cuando a pesar de hacer presión la hemorragia no se detiene o si, una vez detenida, la herida vuelve a sangrar.
  • Cuando no se puede limpiar la herida correctamente o si hay algún tipo de objeto en su interior (si el objeto es muy grande, es mejor no retirarlo ni moverlo).
  • Si la herida es grande o profunda y se sospecha que podría necesitar puntos de sutura.
  • Cuando la lesión ha sido causada por la mordedura de algún animal u otra persona, ya que puede ser necesaria la administración de una vacuna antitetánica y de antibióticos.
  • Si la herida afecta a zonas sensibles, como la cara o los genitales.

Por otro lado, una herida se caracteriza por interferir en la integridad de la piel, y puede ser producida por agentes externos (objetos punzantes, piedras, el propio calzado, etcétera) o internos (rotura de un hueso, una prótesis metálica, etcétera), por lo que no siempre es abierta y sangra al exterior: hay otro de tipo de heridas, como las ampollas o los hematomas, que son producidos por algún golpe u otra causa.