En diciembre del 2015 se dio a conocer la muerte de Jenny Fry, una chica británica de 15 años que se suicidó al saber que sufría de hipersensibilidad electromagnética, lo cual le representaba una fuerte alergia al Wi-Fi.
En una entrevista con el diario The Telegraph, la madre de la niña acusó a la escuela de ser la causante del suicidio pues no protegió a la chica de los efectos causados por la tecnología inalámbrica, así lo informa El Universal, pero ¿qué tan real puede ser esta enfermedad?
Fry sufría de cansancio constantemente, dolores de cabeza y problemas en la vejiga. Según el diario ABC, la Organización Mundial de la Salud no reconoce la enfermedad como tal, pero sí sus síntomas.
La hipersensibilidad electromagnética se debe a las ondas liberadas por el Wi-Fi, los celulares y cualquier aparato con este tipo de radiación.
La razón por la que esta enfermedad es conocida como “alergia al Wi-Fi” es porque los síntomas también se notan en la piel en forma de enrojecimiento, picazón y sensación de comezón, tal como en una dermatitis de contacto, ante las ondas de Wi-Fi; justamente por eso no es fácil diagnosticarla, pues sus manifestaciones se pueden deber a casi cualquier cosa.
Se cree que el 5 % de la población mundial sufre uno o más de los síntomas de la hipersensibilidad electromagnética, pero sólo un puñado de los casos son graves y requieren de alguna intervención médica.
De acuerdo con Cosmopolitan, hay dos teorías acerca de esto, una es que las condiciones en el ambiente como el reflejo de la pantalla de los electrónicos y ese tipo de luz pueden hacer a una persona propensa de sufrir esta alergia, o que esto sea provocado por el pensamiento de que constantemente estamos expuestos a las ondas electromagnéticas y por lo tanto, esa persona desarrolla este síndrome.
Lo que es una realidad es que en países como Suecia se reconocen los efectos nocivos del Wi-Fi y pueden ser causa de incapacidad en el trabajo