Antes de entrar en materia, me atrevo a solicitarte que respondas para ti mismo(a) las siguientes preguntas: ¿Cuándo fue la última vez que abrazaste a tu hijo o hija?, ¿Qué tan frecuentes son los abrazos entre ustedes?, ¿Cuánto tiempo pasa entre cada demostración de afecto?, ¿De qué maneras le demuestras tu afecto?…
Si las respuestas a estas preguntas te hicieron notar que las demostraciones de afecto (caricias, besos, abrazos, frases amorosas) con tu hijo o hija ocurren de manera frecuente y constante, entonces ¡sigue así!.
Si por otro lado, te diste cuenta de que no ocurren tanto (ya sea por trabajo, ocupaciones o incluso por no sentirme cómodo expresando el afecto), quizás este artículo pueda servirte para conocer la vital importancia del afecto en el vínculo con los hijos.
Es importante mencionar, que al hablar de vínculo nos referimos a la relación del niño con la madre, el padre, e incluso con su ambiente (su alrededor). Considero necesario hacer el siguiente encuadre… el ambiente para el niño o niña, normalmente queda reducido a la familia (y la escuela, cuando comienzan a asistir). Por tanto, imagina ya desde ahora, por qué es necesario que el infante cuente con un ambiente seguro y afectivo… porque prácticamente, al inicio de su vida, ¡es su todo!.
Con base en estas primeras experiencias de vida (ya sean amorosas y afectivas o inseguras e inestables) el niño o niña asimilará su propia idea de cómo es el mundo que lo rodea y cómo se desenvolverá en el mismo. Prácticamente, el cómo me vinculé con mis padres, determina mi seguridad, confianza y autoestima a futuro.
Una investigación realizada en los 60’s por un psicólogo americano llamado Harry Harlow fue parteaguas en el área, con sus resultados se demostró que el vínculo (con la madre, en este caso), va más allá de la simple satisfacción de necesidades alimenticias y que la falta de esta sensación de afecto, puede generar incluso graves afecciones psicológicas.
Los experimentos se realizaron con monos bebés y fueron de la siguiente manera:
Harlow diseñó dos muñecos que fungían como la madre, uno de alambre con un biberón para alimentar al mono, y otro de trapo. Los monitos pasaban la mayoría del tiempo con la muñeca de trapo (que daba confort y seguridad), cambiándose a la muñeca de alambre exclusivamente para alimentarse, regresando siempre a abrazar a la muñeca de trapo. En otra parte del experimento, se les mostraba a los monitos otros muñecos que parecieran amenazantes y ocurrió lo siguiente: los monitos que pasaron tiempo con la mamá de trapo, se iban directo a ella y algunos incluso mostraban conductas en las que intentaban defenderse de él; por otro lado, los monitos que fueron separados desde muy pronto de su madre y no se les ofreció la muñeca de trapo, se iban corriendo a un rincón, mostrando conductas de temor, inseguridad, entre otras.
Para Harlow, esto demostró que el contacto físico brindaba a los niños confort y seguridad que necesitaban para un desarrollo adecuado y promovían un adecuado vínculo o apego con su cuidador (a).
Han sido muchísimos los psicólogos que han referido el contacto como algo vital. Incluso, considerándolo como la base para que el niño o niña a futuro pueda confiar en sí mismo y en los demás; transmitir y amor de maneras adecuadas; y, realizar conductas de auto-apoyo, y brindar apoyo adecuadamente a los demás.
Entonces, dada su vital importancia, te ofrezco las siguientes recomendaciones para mejorar o seguir trabajando el vínculo afectivo entre tus hijos y tú. Además de cubrir sus necesidades fisiológicas básicas, es ideal lo siguiente:
1. Abrázalo, bésalo… ¡genera contacto físico!
Juega con ellos, dales abrazos y caricias, vean películas en cama juntos, léele todas las noches antes de dormir acostados en su cama.
2. Promueve la comunicación.
Más allá de la típica pregunta “¿cómo te fue en la escuela’”, atrévete a preguntarle sobre otras cosas relacionadas con su día “¿Cuál fue el momento más divertido hoy en la escuela?”, “¿Qué pasó en tu programa favorito hoy?”, “¿Algún momento del día te sentiste triste/molesto/temeroso?”. Considera los intereses de tu hijo o hija (aunque sean muy diferentes a los tuyos) para generar conversación. De igual manera, es ideal al momento de un conflicto, controlar tus reacciones emocionales para permitirle hablar sobre lo que ocurrió o lo que sintió al respecto.
3. Dale un entorno seguro.
La seguridad se las brindamos desde el mero hecho de ponerles un horario de rutina (sin caer en lo autoritario o rígido), reglas claras y constancia en las mismas; hasta el manejar los conflictos de manera adecuada y respetuosa.
4. Trabaja en ti mismo.
Si por alguna razón, te cuesta expresar o recibir afecto (en general o a tus hijos), es importante que revises qué te ha llevado a ese estado. Es recomendable en estos casos, el apoyo de una Terapia psicológica personal, para trabajar en este tema y por consiguiente, mejorar la vinculación con los demás.
Si por alguna razón, aun con estas ideas, te es difícil acercarte y demostrarle afecto a tu hijo o hija, o has notado que por más que lo intentas no logras hacerlo, es recomendable buscar la ayuda de un profesional. No dudes en contactarnos.
Recomendaciones · Experimento de Harry Harlow: https://www.youtube.com/watch?v=HcTdx0OJjl4
· Libro “El abrazo que lleva al amor” de Laura Rincón Gallardo.
fuente:PSICOMERIDA.
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