Las enfermedades alérgicas son propias de personas jóvenes, gran parte de ellas en edad fértil, por lo que es frecuente que las padezcan mujeres embarazadas y mujeres en período de lactancia. Son enfermedades crónicas, muchas veces ocasionadas por múltiples causas, que habitualmente necesitan de tratamientos prolongados.
El hecho de estar embarazada no supone un factor de riesgo para presentar enfermedades alérgicas, pero tampoco supone una protección frente a las mismas, es decir, las mujeres gestantes tienen las mismas probabilidades de presentar enfermedades alérgicas que el resto de las mujeres de su edad. En general, la evolución de las enfermedades alérgicas durante el embarazo sigue la regla de los tercios: un tercio mejora, otro tercio empeora y el tercer tercio permanece sin cambios.
Durante el embarazo, hay que buscar la forma óptima de conseguir el bienestar de la madre sin riesgo para el bebé. No hay que olvidar que cualquier enfermedad que padezca la madre, si no está debidamente controlada, supone un doble riesgo, puesto que afecta a ambos, madre y e hijo. Las enfermedades alérgicas no son la excepción: la mujer embarazada precisa una atención especial, aunque las reacciones alérgicas de las embarazadas obedecen a las mismas causas y se producen por los mismos mecanismos que las de la población general.
El tratamiento de las enfermedades alérgicas descansa en tres pilares: los medicamentos, las vacunas antialérgicas (inmunoterapia específica) y el control ambiental. El arsenal terapéutico contra las enfermedades alérgicas de las embarazadas es prácticamente igual al utilizado en el resto de la población, pero hay que escoger los medicamentos con cuidado, eligiendo aquellos que sean seguros tanto para la madre como para el feto.
La valoración del riesgo de utilizar un medicamento durante el embarazo es complicada. No sólo depende de la capacidad intrínseca del fármaco de producir daño al feto, sino también de la fase del embarazo en que se utilice, de la dosis y de la duración del tratamiento. El período de mayor riesgo es el primer trimestre, dado que en esta etapa se forman la mayoría de los órganos.
Las vacunas antialérgicas pueden seguir utilizándose durante el embarazo, pero no se debe iniciar una vacuna antialérgica durante la gestación. Si la mujer ya estaba recibiendo la vacuna cuando se quedó embarazada, puede continuar la administración de esta sin problemas.
Las medidas de control ambiental y las medidas de evitación de alérgenos deben intensificarse durante el embarazo. Cuanto menos se exponga la mujer embarazada a las sustancias que le producen alergia, menos síntomas presentará y menos fármacos necesitará para su control. Esta es la forma más segura de tratamiento, evitar el alergeno. El principal inconveniente es que muchas veces no se puede eliminar por completo la exposición a las sustancias que le producen alergia a la embarazada.