La historia contiene muchos ejemplos de funciones médicas realizadas por gente aterradoramente no cualificada. Los barberos eran también dentistas, la mujer más mayor del pueblo solía ser la comadrona, y los rayos-X se aplicaban a los pies de los niños por… ¡zapateros!
No es un secreto que la gente de los años 30 y 40 del siglo XX estaba fascinada por la radiación. La gente añadía radio en los tónicos, la comida e incluso la pasta de dientes. Se freían bajo lámparas UVA y usaban radiación para mutar verduras de jardín. De modo que cuando encontraron la manera de verificar la talla de un zapato mediante el “simple” procedimiento de hacer una radiografía al pie del cliente, se lanzaron a ello.
El fluoróscopo de adaptación de zapatos consistía en una pequeña caja en la parte inferior, en la que se metían las puntas de los pies, y tres ventanas diferentes de visualización. Una vez los pies eran introducidos, el cliente estaba básicamente sobre un tubo de rayos X, cuyos haces se emitían hacia arriba de manera que una imagen fluorescente de los pies era visible a través de cada una de las ventanas de visualización. El niño, su padre y el zapatero miraban por cada una de las ventanas. Si los dedos estaban presionados contra la punta del zapato, este quedaba pequeño. Si el zapato dejaba algo de espacio junto al pulgar, estaba perfecto. El único blindaje de seguridad en el fluoroscópio era una pequeña capa de aluminio. Los folletos recomendaban a las tiendas ubicar el fluoroscopio en el centro de la tienda, de modo que todo el mundo lo viera.
El fluoroscópio de pies se inventó originalmente para procedimientos médicos “legítimos”. Soldados heridos durante la primera guerra mundial, que necesitaban ajustes especiales en sus botas, podían hallar su par más fácilmente si la persona que se los ajustaba podía ver lo que ocurría bajo la piel de los zapatos. Fue después de la segunda guerra cuando la cosa se convirtió en peligrosa e innecesaria. Pese a que los folletos que acompañaban la máquina pedían a los empleados de la tienda que derivasen a cualquier persona con problemas médicos a un doctor en lugar de intentar ayudarles en la tienda, estaba el asunto de los pies crecientes de los niños, que necesitaban pasar por la máquina para encontrar la nueva talla cada vez. Y claro, quienes los dependientes se exponían mucho más de lo que es saludable para nadie. No fue hasta los 50 cuando las máquinas finalmente abandonaron las tiendas.