Si piensas que tu relación con la ginecología debe empezar solo cuando estés esperado un bebé, vuélvelo a pensar mejor.
Si estás en la década de los 20…
Aún no ves la maternidad como algo cercano, seguro que pensarás: ¿al ginecólogo yo? ¡Pero si no estoy embarazada! Sin embargo, el ginecólogo se puede convertir en una de tus “visitas imprescindibles” durante esta época de juventud:
Te aclarará todas las dudas que tengas de anticoncepción: ¿es mejor el aro vaginal?, ¿la píldora?, ¿duele el DIU?
Te podrá dar información sobre la vacuna del virus del papiloma humano y además te hará una citología para comprobar que todo está bien en ese sentido.
Le podrás preguntar todo lo que quieras saber sobre la regla, el síndrome premenstrual, la copa vaginal, los tampones o las compresas.
Y sí, también te podrá resolver lagunas sobre sexo.
Si quieres quedarte embarazada…
Toma nota porque una visita pre-concepcional (es decir, antes del embarazo) es muy recomendable:
Te pedirá una analítica para ver que estás más sana que una manzana y para saber si estás vacunada de la rubéola, si has pasado la varicela, la toxoplasmosis u otras enfermedades.
Te dará consejos para “acertar” un poco mejor en la búsqueda de embarazo.
Aprovecharás para poner al día la citología, hacer una exploración física completa, una ecografía, etc.
Te recetará el famosísimo ácido fólico.
Adquirir hábitos de vida saludables si no estabas muy mentalizada: deporte, dieta sana, stop tabaco, perder esos kilitos de más.
Si estás embarazada…
Para las futuras madres, el ginecólogo gana un protagonismo brutal. Es nuestro momento, nos convertimos en alguien más importante que el propio buen padre durante los nueve meses de dulce espera. Pasamos a ser confesores, asesores, terapeutas emocionales…, todo por el bienestar de nuestras pacientes, claro que sí. Poniéndome un poco seria, es súper importante que para el control del embarazo los siguientes requisitos:
– Equipo de ginecólogos especializados en obstetricia (es decir, en control del embarazo)
– Buena unidad de diagnóstico prenatal (con especialistas formados en medicina maternofetal).
– Sala de partos con equipo de guardia de presencia física 24h
– Servicio de pediatría y anestesia de guardia 24h
Después de convertirte en madre…
Y una vez que eres ya una madre en toda regla, sin tiempo para dormir, siempre a mil por hora, yendo al pediatra más que al gimnasio y con una memoria que se parece mucho a la de Dory, la amiga de Nemo, ahí, hay que seguir yendo al ginecólogo. Búscate un hueco que hay muchas cosas que sólo él te podrá resolver:
Después de la cuarentena, visita obligada.
Tocará hablar de cómo está funcionando la lactancia materna (o la mixta, o el biberón), de la necesidad de hacer ejercicios de recuperación del suelo pélvico (sí, chicas, lo del suelo pélvico es muy muy importante, todas a hacer fisio una vez el ginecólogo les dé el ok), de cómo retomar las relaciones sexuales sin miedos ni agobios y de qué métodos anticonceptivos utilizar, entre otras cosas.
Una vez que estés ya un poco más “asentada”, cuando el hijo tenga entre 6 y 9 meses, tocará volver al ginecólogo para una revisión anual, es decir: citología, ecografía, vuelta a valorar el suelo pélvico, vuelta a comentar qué opciones hay de anticoncepción, y hablar de qué tal están siendo las reglas después del embarazo y la lactancia.
Y no lo olvides, una revisión anual SIEMPRE
Es recomendable, no lo olvides, que siempre es bueno hacer una ecografía, una mamografía anual a partir de los 40, la citología, un análisis de sangre y tener un rato para preocuparse por ustedes, por su cuerpo, por su sexualidad, por su suelo pélvico y por cualquier tema íntimo que les interese consultar.
¿La lectura de esto les ha convencido? Esperamos que sí, esperamos que todas las que aún no han ido al ginecólogo este año lo apunten en la agenda y mañana mismo llamen para pedir cita.