Lejos de lo que piensa la mayoría, la bromhidrosis no es una cuestión de falta de higiene, sino de salud.
Su manifestación más clara es el fuerte olor corporal, difícil de esconder. Cuando la secreción de las glándulas apocrinas da lugar a la formación de sudor y este entra en contacto con las bacterias de la piel, la descomposición genera ácido graso y amonio, responsables del hedor. Según los expertos, puede suponer un problema de autoestima y de la capacidad para relacionarse con los demás.
En cuanto al origen, se cree que puede ser genético, aunque también podría ser consecuencia de algunas otras enfermedades, como la diabetes, las alteraciones de tiroides o problemas en la glándula suprarrenal. Suele surgir a los 15 años de edad y no desaparece nunca, salvo en algunas mujeres, en las que disminuye a partir de la llegada de la menopausia.
Para combatir este problema, los especialistas recomiendan el uso de jabones con germicidas para acabar con las bacterias de la piel, antibióticos tópicos en lugar de cremas hidratantes, y la depilación, ya que el vello es responsable de que haya más producción de sudor.
En los casos más graves, la bromhidrosis se presenta de la mano de la hiperhidrosis (exceso de sudor). La solución pasaría por un tratamiento con bótox para disminuir la producción de sudor o una especie de liposucción justo debajo de la piel para eliminar las glándulas.