Está instaurada en la sociedad la creencia de que la prevención en los ancianos no tiene cabida. Sin embargo, es totalmente erróneo pensar de esa manera. Aún en esa etapa de la vida, es esencial la detección precoz de enfermedades o incapacidades para retrasar los fenómenos acompañantes del envejecimiento. De esta manera, se podrá realizar una rehabilitación eficaz y lograr niveles funcionales altos en los ancianos.

Las necesidades y características físicas de cada persona de la tercera edad hacen imprescindible la elaboración de planes específicos. La prevención no debe medirse en el aumento de esperanza de vida; teniendo en cuenta los objetivos, es más acorde pensar en la esperanza de vida libre de incapacidad (EVLI). En la actualidad está claro que se vive una situación de “longevidad minusválida”.

Prevención primaria 
Se basa en la actuación previa con el objetivo de impedir el desarrollo de las enfermedades y, de este modo, su aparición. Se busca la promoción de la salud mediante la generalización de hábitos saludables y la lucha frente a los factores de riesgo. Son varios los aspectos en los cuales se pueden aplicar medidas de reconocida eficacia que redundan en una mejora de la EVLI y en la calidad de vida. 

Alimentación y abandono de hábitos tóxicos 
Los cambios producidos por el envejecimiento hacen deseable una dieta pobre en grasas y azúcares refinados y rica en calcio, fibra, vitaminas -A, E y C- e hidratos de carbono complejos -168 y 169-. A su vez, los líquidos deben ser abundantes. 
En cuanto al alcohol, dosis idénticas provocan concentraciones séricas más altas en el anciano. El sistema nervioso central (SNC) del adulto mayor es más sensible, incluso a dosis bajas; en cambio, el consumo moderado no está contraindicado aunque es preciso tener en cuenta la pluripatología y la polimedicación -prescrita o no- que podrían contribuir a su prohibición. 
En relación al tabaco, su abandono mejora la sintomatología, las pruebas funcionales respiratorias y disminuye el riesgo de neumonía y gripe. El consumo de éste perjudica seriamente al organismo y es preceptiva la orientación de prohibición absoluta. 

Promoción de hábitos higiénicos 
Se recomienda que el baño sea a una temperatura de 35-39°C, entre una a dos veces por semana como mínimo y de 5 a 15 minutos de duración. El jabón de uso personal debe ser graso y mejor aún si es neutro de lanolina, con secado meticuloso mediante el empleo de una toalla áspera y finalizar con la colocación de una crema oleosa para otorgar grasa a la piel -con la edad se vuelve seca y quebradiza-. 
El cuidado de los pies debe ser detallista en cuanto al secado y el corte de las uñas; se recomienda cortar luego del baño y en forma recta para evitar el enclavamiento en los bordes. Hay que tener en cuenta lo siguiente para seleccionar el calzado: tacos de 3 o 4 cm. como máximo, optar por el que permite una correcta respiración de la piel, de puntera redondeada, con buen contrafuerte -para sostener el talón- y sujeto de empeine -mejor con cordones-. 
Por otra parte, cuando se trata del cuidado de las prótesis bucales hay que dar especial atención al cepillado después de cada comida. Al momento de acostarse hay que depositar la prótesis en agua y con algún líquido antiséptico. El cuidado de lentes incluye el lavado diario con agua y jabón; para secarlos será de utilidad un pañuelo de papel. Por último, el cuidado del audífono retroauricular debe incluir la limpieza semanal del molde u oliva con un alfiler o aguja, lavándolo posteriormente con agua y jabón y secándolo bien. 

Programación de ejercicio físico 
La actividad produce mejoría de: la nutrición, la inmunidad, coordinación, movilidad, el aparato cardiovascular, las perspectivas mentales y aumenta la masa muscular y ósea. También se ha comprobado que reduce el riesgo cardiovascular, la masa grasa corporal, mejora el perfil de lípidos, reduce la tensión arterial y la resistencia a la insulina y maximiza la función residual. Cuando se lleva a cabo ejercicio físico programado, los beneficios se obtienen hasta edades muy avanzadas. 

Entrenamiento y funciones intelectuales 
Se presenta como fundamental la promoción de charlas, debates, situaciones figuradas, provocadas y programadas. De esta forma, el anciano ocupa sus momentos de ocio. La práctica tiende a mitigar el deterioro producido por el desuso y los efectos propios del envejecimiento. Además, hay que fomentar la integración social y evitar el aislamiento.